NUEVA YORK DE DÍA Y DE NOCHE
Retornó vencedor.- Un pensionado que paga.- Triunfos sin sombras.-
Exposición mexicana.- Obras de alta magiaRetornó vencedor
Vuelve a México Miguel Covarrubias, después de dos años de ausencia, con la fama de ser el primer caricaturista del continente, fama ganada en esta Nueva York, donde la competencia es terrible, la lucha por la vida sin cuartel, los obstáculos del tamaño de los rascacielos...
Esa fama, esa suprema jerarquía le ha sido conferida unánimemente en esta ciudad de difíciles entusiasmos, por los periódicos más exclusivos, por los críticos más exigentes y aun por los naturales competidores del joven artista mexicano.
Hay que recordar a los lectores que aquí no se prodigan los elogios y que los adjetivos no han perdido su valor calificativo, como entre nosotros, en fuerza de prodigarse; hay que recordar también que ser extranjero, más que un prestigio, como allá en la "Suave Patria", es una desventaja que se acentúa cuando el extranjero es mexicano.
Pero también hay que confesar que en materias artísticas, intelectuales y críticas, existe aquí una gran honradez y que ni la frialdad de la raza, ni el patriotismo, que como es natural, quisiera ver a Norte América, preponderando en todos los terrenos, impiden, llegado el caso, el verdadero mérito se aquilate, se estime y se honre, venga de donde viniere.
En este caso, el mérito llegó del corazón de México, del "Café Madrid", adonde Covarrubias, el "Chamaco", se desvelaba, hace tres años, dibujando, de parroquianos y meseras, extraordinarias caricaturas en las que me fue dado discernir el genio ya latente...Un pensionado que paga
–Covarrubias– le dije una tarde que me asaltó, mostrándome mi propia caricatura-, usted debe ir a Nueva York; pero antes debe aprender inglés y decidirse a trabajar duro, para que no le acontezca lo que a otros que fracasaron, no por falta de talento, sino por falta de carácter...
Creo que al muchacho le agradó la insinuación y le impresionó el consejo, porque un año después [o sea 1923], a mi regreso a México, lo encontré tartamudeando el inglés con bastante soltura y luciendo un portafolio repleto de admirables trabajos.
Covarrubias llegó a Manhattan, piafando de impaciencia y mal contenido brío, como un potro de pura raza.
Fue entonces cuando revelé su talento a esta nación, haciéndolo alternar con Clemente Orozco y García Cabral, en un artículo que publicó el popularísimo Shadowland, en abril de 1923.
Y el viaje a Nueva York fue posible, gracias a la Secretaría de Relaciones, que lo pensionó en esta ciudad por tres meses. Como se verá, ese gasto ínfimo para el erario público le ha valido a México singulares prestigios y quizá el convencimiento de que nuestras relaciones pueden fomentarse eficazmente, no sólo por los canales diplomáticos y consular, sino también asegurando para México el interés y la simpatía que invariablemente le conquistan el arte y la inteligencia de sus hijos.
Veía los enormes diarios y los bellos magazines como sus dominios propios y legítimos, pero sin distinguir la puerta de entrada, ni cómo franquear el camino laberíntico hacia el éxito que adivinaba suyo.
Aquí se hacen patentes los beneficios de la cooperación.Triunfos sin sombras
No bien Jenaro Estrada, [sic] que apadrinó a Covarrubias en México, me anunció su próxima llegada, cuando aquí combinamos el plan de campaña para "lanzarlo". Uso el plural, porque a tal empresa logré asociar a mi excelente amigo Scherril Schell, artista y periodista a cuyo talento se une un amor por México tan grande, sincero y desinteresado, como el que he podido comprobar en Frederick Star, el profesor universitario; en Carleton Beals, el brillante sociólogo; en Lester Jennings, el poeta; en Walter Pack, el crítico; o en Alma Reed, la encantadora periodista... Scherril Schell se identificó con los intereses de Covarrubias, no sólo como activo manager, sino como consejero paternal y amigo generoso.
Y tras del noviciado, que suele durar meses y aun años, pero que para Covarrubias fue de breves semanas, el triunfo, claro, sólido, progresivo, comenzó a desarrollar sus gratos episodios. The World y The Tribune lanzaron las primeras caricaturas del artista mexicano. En seguida un magazine cinematográfico le ofreció un contrato para deformar a las estrellas de la pantalla, y a medida que esos trabajos aparecían, artistas y críticos iban aquilatando con sorpresa y creciente entusiasmo los trabajos del nuevo caricaturista...
Uno de los más entusiastas fue precisamente un rival suyo, Ralph Barton, el caricaturista, quien días después le dedicaba un libro suyo en los siguientes términos: "A Miguel Covarrubias, el mejor caricaturista de América".
Otro prócer neoyorquino, el popular novelista Carl Van Vechten dedicó así su última novela: "A Covarrubias el DURADERO, de Van Vechten el perecedero".
Quienes conozcan a esta raza flemática y ponderada, convendrán en que homenajes tan insólitos no se producen sino al impulso de una fuerza incontrastable.El suceso consagrador del talento de nuestro paisano fue la exposición organizada por Alexander Brook y quien esto escribe, en el exclusivo y aristocrático "Whitney Studio", patrocinado por Mrs. Payne Whitney, artista y millonaria... Exhibimos allí un maravilloso baúl de Olinalá, tres preciosas esculturas de Luis Hidalgo; diecisiete óleos, acuarelas y dibujos del magistral Clemente Orozco, y veintiséis caricaturas en color de Miguel Covarrubias.
Entre estas últimas no había dos semejantes: cada una tenía un interés peculiar y diverso, pues es característico don de Covarrubias esa variedad con que distingue sus obras, como si en cada una atacara y resolviera un diferente problema; como si la sorpresa de su emoción se renovara cada vez; como si su análisis sutil llegara en cada caso a un resultado nuevo y por él mismo imprevisto.
Si a eso se une una fuerza de expresión comparable a la del arte africano, una economía de recursos técnicos semejante a la de Korin –el más chino de los japoneses– y una opulencia de color absolutamente mexicana, se explicará el asombro de los concurrentes conocedores y de los concurrentes ingenuos.Inolvidables días del "Whitney Club" durante aquella exposición.
Todo el "Whitney Studio" parecía como enorme incensario donde ardieran puras mirras de arte en aras y loor de la belleza patria, aunque esa belleza tuviese por el momento, como las patricias del Ticiano en los carnavales de Venecia, una máscara de caricatura...
¿No dijo por ventura Picasso que el arte es una verdad expresada por una mentira?... ¿No estaban acaso al servicio de aquellas obras, puros prestigios de arte, belleza de arabescos y pigmentos, armonías y reacciones de éstos y aquéllos, y sobre todo, no estaba allí la respuesta valiente, en grado heroico, de tres grandes artistas a las insinuaciones del mundo plástico?...
El baúl de Olinalá era un gran caja de música, de música que se oía con los ojos. Cada greca, cinta de encaje o festón de flores, era una pura melodía, lánguida y sensual como canción del trópico. Los concurrentes leían en el catálogo: "Baúl de Olinalá". Y sus miradas perplejas parecían interrogar: "¿Está Olinalá junto a Bagdad o a Samarkanda?" ¿Fue Olinalá algún ornamentista veneciano o bizantino?
De tal manera los confundían aquellas flores persas, aquel paisaje de pergamino de la Edad Media, aquella opulencia bárbaramente oriental del baúl misterioso, flanqueado por leones negros con melenas blancas, como pelucas empolvadas, aquellas anchas flores -peonías de Pekín- , pulposas como frutas, o aquellas palomas que al vuelo bebían en los surtidores de las fuentes, como los colibríes suspendidos de las flores!
En aquella exposición, Orozco era la tragedia torva y melancólica, Covarrubias la comedia, el júbilo en paroxismo con recónditas heces de ironía, mientras que Hidalgo era un discreto guión entre ambos, exacto símbolo de nuestro pueblo, que semejante a Jano, tiene dos rostros: uno de cara de sol, bañado de alegría luminosa; enfrentado el otro con la noche agorera y ensombrecido por pésames y duelos...
El triunfo fue de Covarrubias, no sólo por el mérito intrínseco de sus obras, sino porque había dejado de ser exótico, desde el momento en que había entrado a la vida neoyorquina, y para atestiguar la lógica de sus deformaciones, todos sus modelos, exceptuando al presidente Coolidge, estaban allí, frente a sus caricaturas, viéndose como en diabólicos espejos.Obras de alta magia
La crueldad del lápiz de Covarrubias hizo decir al Times, a raíz de la exposición:
"De todos modos, las caricaturas de Covarrubias son de un parecido que, por terrible, aterra. Son impías y crueles, siendo quizás la crueldad máxima, el hecho de convertir la miseria e imperfección humana en... motivos de decoración. La caricatura de Calvin Coolidge es alta traición -dice en líneas, color y dibujo lo que dicho en palabras hubiera sido un indecente desacato."
Parodiando eso de "alta traición", diré que ciertas caricaturas de Covarrubias son de "alta magia".
Todos sabemos que el parecido consiste en ciertas relaciones entre los órganos o elementos de un rostro, lo mismo en el retrato que en la caricatura... Pues bien, esa ley la ha violado Covarrubias en algunas de sus obras, sobre todo en la caricatura del músico Edgar Varèse, en que pintó disasociados, como los elementos de un rompecabezas, ojos, nariz, boca, y sin embargo, preservó milagrosamente el parecido. Esto, en mi opinión, no lo ha hecho nadie en el mundo más que Covarrubias de México, y eso es magia y es genio, aunque todavía no lo concedan los remilgados y tomineros críticos mexicanos, erizados de "peros" como de púas el puerco espín...Prestigiando a la patria
En Vanity Fair, el magazine del gran mundo, Covarrubias consolidó su triunfo e impuso definitivamente su talento. Allí redimió a la raza negra del sambenito irrisorio con que lo había abrumado la caricatura inepta, ejercitada durante dos siglos y consiguió extraer del negro un elemento de belleza que nadie antes había conseguido distinguir.
Esto lo escribí yo por primera vez y luego lo han repetido en inglés numerosos ecos sajones... Otro sonado triunfo de Covarrubias fueron sus magistrales acuarelas para la comedia Fashions, crítica del romanticismo del pasado siglo, acuarelas que los coleccionadores atesoran hoy como preseas.
Su más reciente triunfo fue la decoración para el acto mexicano del "Guild Theatre", obra maestra de originalidad y brillante colorido, según la crítica...
Y como esta crónica debe concluir, aunque los triunfos de Covarrubias sean interminables, como lo deseo y lo profetizo, diré a guisa de bouquet de la fin que la gran casa editorial de Alfred Knoptf tiene en prensa -yo he visto las pruebas- el álbum de caricaturas de Covarrubias, en que bajo el jocoso título de El Príncipe de Gales...y otros americanos célebres, desfilan los hombres más conspicuos de esta patria. Este libro universalizará la fama ya continental del artista mexicano, que no sólo por su talento, sino por su fuerte voluntad, por su carácter sin desmayos, por su amor al trabajo y por su conducta correcta, afable y cordial, ha conseguido promulgar el prestigio de México, que en vano intentan destruir las sordas intrigas de algunos políticos.José Juan Tablada
Nueva York, agosto, 1925.
El Universal, 2 de agosto de 1925, en el CD-ROM La Babilonia de Hierro.