NUEVA YORK DE DÍA Y DE NOCHE

Honrando a México.- Lo que la mujer quiere...- Anáhuac en Manhattan.- Los trajes
mexicanos.- Mujeres, arte y música.- El bouquet del fin

Honrando a México

Si algún heraldo de optimismo me hubiera anunciado el total triunfo que el espíritu mexicano acaba de obtener en Nueva York, y que aún, al recordarlo me conmueve, no lo hubiera creído, pensando que el presagio era trop beau pour être vrai...
    Las circunstacias eran adversas, pues la más reciente tensión diplomática se había creado en Washington y la prensa oficiosa comenzaba a arrojar esa "cortina de humo" con que la moderna estrategia vela los más siniestros designios y a operar sobre la opinión para ponernos bajo riguroso interdicto...
    Así las cosas, un grupo de damas de singular prestigio social y distinción intelectual que celebraba los trabajos de Hidalgo y Santoyo, en su reciente exposición de la Quinta Avenida, se acercó a nosotros y con entusiasta impulso nos dijo:
    –Lo que sabemos del Arte Mexicano, y lo que confirmamos aquí, nos demuestra que, pese a sus detractores, México posee un espíritu cautivador, pródigo en manifestaciones de belleza, que está infiltrándose en nuestra vida y acrecentando nuestra cultura. Y así, para patentizar nuestra apreciación de esas virtudes, reaccionar contra injustas propagandas y apoyar la invencible tendencia hacia la unión y la fraternidad que está operándose en las más altas conciencias del mundo, queremos hacer en nuestro club, en el Cosmopolitan, una Noche Mexicana, exclusivamente dedicada a México... ¿Quieren ustedes ayudarnos...?
    Como era natural, contestamos afirmativamente y así nació el festival mexicano que ha conmovido y admirado a la sociedad de Nueva York.

 Lo que la mujer quiere...

Sepa el lector que el Cosmopolitan es uno de los clubes más antiguos, refinados y exclusivos de esta ciudad. Congrega en su bello palacio a la fine fleur de las familias antañonas y patricias, cuyos nombres legendarios son los brotes primeros del árbol genealógico neoyorquino, de los fundadores de la primitiva New Amsterdam, cuando en sus calles resonaba "La pierna de plata" de Stuyvesant y desde sus costas divisábanse las inquietantes naves piratas del temible Capitán Kidd... Refinadas por el linaje, esas damas adunan el prestigio de la cultura al del talento, escritoras, poetisas y otras que en música o pintura han hallado el medio para expresar sus espíritus fervientes... Cada año, buen número de ellas parten a remotas regiones o regresan de países distantes, y en la sala de conferencias relatan sus pintorescas odiseas y abren el cofre de Tesaurus Exoticorum, desbordante de preseas... Y en virtud de ambas circunstancias, las señoras del Cosmopolitan sintiéronse unidas en vínculo espiritual con los artistas mexicanos que en Nueva York luchan y prosperan, decidiendo honrar a nuestra patria en los momentos en que aquí se abría una de las más protervas ofensivas en contra de nuestro pueblo y de nuestro gobierno... Y jamás fue más cierto el proloquio: "Dios quiere lo que la mujer quiere"... pues en este caso patético, la bondad y la intuición femeninas, reivindicando la justicia y honrando las emanaciones de belleza del alma mexicana, secundaron los designios de Dios!

 Anáhuac en Manhattan

Atmósfera de "Suave Patria" en un tropical jardín de México, brotando con ímpetu volcánico entre hielos septentrionales, encantando los ojos, entibiando las almas... El gran salón del club, decorado en estilo Renacimiento con figuras de Hermes y Términos, pintados al fresco, es hoy una "Jamaica" mexicana, un "Pensil" de nuestros abuelos románticos, con trémulas y policromas cortinas de papel de China en largos flecos que, cayendo del plafón al suelo, ocultan la antigua decoración con móviles festones de mil colores que cruzan diagonalmente el cielo raso y con grandes linternas decoradas por Viniegra con la serpiente emplumada de Quetzalcóatl, que convierten la cruda luz eléctrica en hechizo de plenilunio tropical... Y en los grandes tableros, donde antes asomaban los grises dioses pánidas sobre sus fríos fustes de piedra lucen ahora las más luminosas y cautivadoras figuras de nuestro folk-lore, pintadas en tamaño doble del natural...
    Una tehuana matizada y radiante, sobre la penumbra esmaragdina de un platanar, pintada por nuestro genial Covarrubias, que así, a pesar de su abrumador trabajo, diose tiempo para servir a la patria; un "valedor" de Tenochtitlán, pintado con efectiva simplicidad y alegre colorido por Luis Hidalgo; una india frutera, Pomona indígena, en que Ben-hur Baz, triunfal debutante, reveló gran talento decorativo; una india "enredada", con su crío a la espalda y una batea con flores en las manos, que sirvió a Alfonso Peña para demostrar sus facultades plásticas, que algo rememoran las del gran Cabral, y por fin, en diferentes tableros, sendos charros, uno de la ciudad, otro del campo, en los que Santoyo evidenció sus dos cualidades: ingenio pictórico y enérgica capacidad para el trabajo.

Los trajes mexicanos

Llegando al salón, cada socio, cada grupo de invitados, demostraban su sentir con exclamaciones de sorpresa y ufanas sonrisas de júbilo. No reconocían el antiguo salón Renacimiento, mágicamente transformado... Cada palabra: Wonderful! Splendid! Magnificent! resonaba gratamente en nuestros corazones, que por Ella, por la lejana patria, latían felices...
    En remotos lugares del mundo asistí a fiestas mexicanas, pero jamás a alguna tan lucida y cordial donde la simpatía hacia nosotros fuera tan unánime... El Arte, amor máximo para mí, después del patrio, cumplía ante mis ojos su fin supremo de unión y de concordia, y no era el arte "torre-de-marfil" individual y egoísta, sino el Arte en grupo, el arte mexicano colectivo en vías de universalizarse y transformarse en valor mundial... Por ello, a veces en la patria, a veces en el arte, nuestro noble orgullo se polarizaba inefable y místicamente... Aunque la vida no me alcanzara para ver las flores y los frutos, ya por lo menos vi cómo se plantaba la semilla, el germen vivaz de la unión y del amor!
    Semilla sembrada por la suave, pero poderosa mano, de la mujer americana en la parte más sana, más noble y fecunda del corazón de un pueblo!
    Mientras eso pensaba, iban llegando los concurrentes, luciendo todos trajes mexicanos, o por lo menos atributos y símbolos nuestros: así una hermosa dama llevaba sobre el pecho fragante ramillete con los colores mexicanos y un caballero tenía prendido en la solapa del frac un diminuto sombrero de charro, preciosamente bordado.
    Los coloridos álbumes de Linati y de Nebel parecían haber cobrado vida y sus tipos vernáculos encarnado en aquella concurrencia. Con los tipos criollos, rancheros, charros, chinas lucían los principales factores étnicos de nuestro pueblo, españoles e indígenas, desde el bravo apache y los mayas y zapotecas, hasta el actual "marchante" de albo traje, matizado sarape y huarache de cuero entretejido. Veíanse charros, desde el insurgente, el chinaco o el fronterizo de chaparreras y espuelas resonantes, hasta el dandy de la moderna asociación de charros... Todos los tipos de nuestra historia popular, todo el Dramatis Personae del patrio folk-lore!

 Mujeres, arte y música...

La lujosa elegancia de la mujer americana resplandeció bajo mexicanos atavíos... Los huipiles envolvieron los turgentes bustos; mantillas y peinetas tocaron las cabelleras rubias; chales de burato, rebozos de seda y mantones de las naos de China, flotaron como chinampas en primavera sobre las ondas musicales de la danza, y aun los abanicos de antaño florecieron, como paradójicas orquídeas, en medio del invierno neoyorquino. Antiguos y admirables sarapes de Saltillo, de los que ya no se ven sino en los museos, lucieron "embrocados" sobre el frac de los caballeros, y las más auténticas mantillas de Malinas y Bruselas admiraron a los conocedores... Veíanse, además, toreros, chisperos y otros tipos ancestrales, que tan bien podían ser de los sainetes de don Ramón de la Cruz, como comparsas del Periquillo Sarniento. Sobre la plástica y el colorido, la música operó su sortilegio, y después de que una de las distinguidas damas hizo la apología de los artistas mexicanos y de un breve discurso en que quien esto escribe contrastó la justicia del pueblo americano representado prestigiosamente por las damas del club, con los siniestros manejos de nuestros enemigos, discurso que provocó una ovación para México, el tenor Roberto Sainz, de gentil figura y bellísima voz, abrió el programa con apasionada romanza. Insistentes aplausos consagraron su naciente fama, augurándole próximos triunfos y haciéndolo cantar dos veces más, en una de las cuales atacó victoriosamente una difícil aria de Pagliaci.
    Subió luego al proscenio el Trío de Trovadores de México –Valdespino, Añes, Briseño– cantando con guitarras canciones de Ponce, Esperón y Esparza Oteo, que el entusiasmo de la audiencia obligó a repetir una y otra vez.
    Acto continuo, el escultor Luis Hidalgo, vestido con pintoresco traje de indio, subió al proscenio, mientras dos mozos con la librea del club le llevaban una mesa colmada de frutas... En medio de la expectación general, comenzó a trabajar y pronto bajo sus manos las frutas fueron transformándose en toda especie de personajes grotescos y de fantásticos animales, que el público, repuesto de su sorpresa, celebró con aplausos y risas regocijadas, estallando en una ovación repetida cuando Santoyo, sobre un pizarrón y con líneas sintéticas, trazó las caricaturas de Suzanne Lenglen, John Barrymore y Otis Skiner, cuya hija, radiante de hermosura, estaba presente...

 El bouquet del fin...

Por fin, y para cerrar la velada con nota de impetuoso dinamismo, de entusiasmo y de color netamente nuestros, Pedro Rubín, primer bailarín de la Ópera San Carlo y actual estrella en el Río Rita de Ziegfeld, subió al tablado, llevando a la concurrencia hasta el delirio al ejecutar con asombrosa agilidad y donaire el Jarabe Tapatío, la "Zandunga" oxaqueña, una danza gitana y, por fin, la más aplaudida de sus creaciones: "Gaoneras", en que acompaña el armonioso vértigo de su danza con un floreo de capa torera que recuerda las luminosas espirales de Loie Fuller, exaltadas por un ímpetu coreográfico que trae a la memoria el de los rusos, los Nijinski, los Fokine y los Bolm...
    Tal fue el arrebatador final con que terminó la fiesta; pero antes de, a mi vez, terminar esta crónica, habré de afirmar ciertas importantes conclusiones:
    Las puertas de la mejor sociedad de esta metrópoli, que antes parecían herméticas e inexpugnables, se han abierto de par en par ante el espíritu de México representado por el Arte, no el individual y egoísta, sino el colectivo, que es lo importante, pues para los altos fines sociales, no se necesita el trabajo aislado, sino el trabajo en grupo, que así, por integraciones sucesivas, nos llevará a la fraternidad universal. El pueblo americano, su más noble parte, la femenina, que es intuitiva y poderosa, y la intelectual, que crea y dirige la opinión, han dado la más hospitalaria y franca bienvenida al espíritu mexicano, protestando implícitamente ante las injusticias emboscadas contra nosotros...
    Y por fin, en el extranjero y con pocos recursos, un leal grupo de mexicanos ha sido capaz de cooperar, eficaz y armoniosamente, para una alta obra de cultura y patriotismo...
    Es triste confesar que hubo cierto complot, en nuestro seno mismo, para que la fiesta fracasara... porque desgraciadamente hay quienes creen que el amor propio está antes que el amor patrio...
    Pero quede en la sombra lo que en la sombra se produjo, que afortunadamente en el hermoso y significativo festival mexicano abundó la luz... Luz espiritual, de arte, de noble entusiasmo... Luz victoriosa de la "Suave Patria"!
 
 

José Juan Tablada

 

El Universal, 10 de abril de 1927, en el CD-ROM La Babilonia de Hierro.