MÉXICO EN NUEVA YORK

 José Torres Palomar





Ha concluido al fin el tránsito de José Torres Palomar por esta tierra aciaga. Murió en Nueva York como un gusano de luz que habitara entre las hojas de las violetas, pudiera morir en medio de un desquiciamiento cósmico... Así quedó hecha polvo la mística lámpara, de su genio, pequeña como una perla o como una gota de rocío; pero como ellas, irisada y maravillosa.
     Nunca el sino doloroso de un artista ha puesto más trágicamente de relieve la injusticia de la sociedad en que vivimos, en donde la orientación y el desarrollo de las actividades humanas, desde el comercio hasta el arte, dependen del capricho de las castas privilegiadas que oprimen a la humanidad; las que crearon esa sinfonía universal y dolorosa que ha hecho sangrar y sollozar al planeta; los autores del Apocalipsis que se llamó la Gran Guerra y que no es sino la "Gran Infamia"; los que han hecho verter a los labios ardientes de Henri Barbusse este fuego de profecía: "La vieja sociedad se ha mostrado al fin entre los resplandores siniestros, los desgarramientos y luego las ruinas de la guerra, tal como es: un organismo destructor que se sostenía artificialmente, por el terror, la mentira y la corrupción".
     Porque, ¿a quién sino a la sociedad absurda y adversa, hay que atribuir esos largos y universales martirologios de artistas, que poseyendo el don del genio y la virtud del trabajo, mueren de inanición y de dolor, como ha muerto José Torres Palomar?...
     Y mientras un artista, "un embellecedor de la vida", se desploma así, casi arrojado a la fuerza en el "carnero" anónimo, otro individuo que halló la manera de convertir el dinero del pueblo en diamantes para sus queridas, se harta a dos carrillos en el banquete de la vida... En Nueva York, muere de miseria José Torres Palomar, y en "La Concha" de San Sebastián, convirtiendo la vida en un vals de opereta vienesa, triunfa Juanito Barragán en medio de sus barraganas!
     A Palomar no se le pudo hacer jamás reproche de esa negligencia tan común en los artistas tropicales y subtropicales. Jamás he visto una mayor consagración a la gran obra mágica de realizar un ideal de belleza. A todas horas, despertando a la madrugada como un fraile miniaturista, velando en la noche como un astrólogo: en los veranos neoyorquinos que postran y ahogan; y en los obscuros inviernos sin sol, yo lo vi inclinado sobre su mesa de trabajo, realizando y perfeccionando su obra sutil y encantadora. Quizás en esa virtud misma del trabajo artístico a todo trance, radicó el tenaz maleficio de su fatum porque a fuerza de abstraerse en el ideal, olvidaba la vida: la vida que llena de amenazas, lanzaba los lobos de sus inviernos hasta arañar su puerta, hasta aullar en el umbral de aquel frágil cenobio de ilusión, reclamando como presa la carne mortificada del artista que no había sabido protegerla con una cota de malla imbricada de monedas...
     Palomar, desnudo y atado a un madero, en medio de un circo neroniano, absorto en el éxtasis de su ideal, no vio avanzar en torno suyo a todas las bestias de la lucha por la vida... y salió de la vida hecho pedazos, por el spoliarium de los mártires.
     Una obscura piedad providencial se acercó al lecho de muerte del artista, lo ungió con los santos óleos de la insania, y como viático mortal le arrebató la razón... ¡Piedad suprema! Porque si la razón sirve tan poco durante la vida absurda de ¿qué puede servir junto a los abismos de la muerte?
     La obra de Palomar, apreciada y aquilatada por los inteligentes, es tal vez poco conocida por el público. Así creemos oportuno ilustrarlo algo de lo mucho que aquí se escribió sobre esa labor única, admirable y peregrina, con algo también de lo que el noble artista dijo de ella sintéticamente.

     "Un 'kalograma' es la imagen psicológica de un individuo expresada en colores, por medio de las letras de su nombre." -Torres Palomar.

     "Idealizando lo real, realizó mi ideal." -Torres Palomar.

     "Nombrar es matar; sugerir es crear." -Torres Palomar.

     "Mi objeto no es sólo hacer la combinación de las letras tan bella como es posible, sin conferirles un sentido. En cada uno de los grupos ordenados armoniosamente, hay pues alguna característica o peculiaridad de la persona, que me sirvió de inspiración." -Torres Palomar.

     "¿Qué es un kalograma?" Tan nueva esa palabra, es el arte "kalogramático", y ambos fueron inventados por Torres Palomar. Etimológicamente, kalograma significa letras bellas. Su significado preciso, sin embargo, está más allá de las palabras. Para comprenderse, un kalograma debe ser no sólo visto, sino sentido; no puede explicarse. Palomar llama a sus kalogramas: "Una imagen psicológica de un individuo, expresada en color por medio de las letras de su nombre". Pero es más que eso. Es el precursor de una orientación artística eminentemente estética y filosófica, que podría denominarse "psicografía".
     Palomar, sin duda, ha operado una maravillosa metamorfosis. Ha transformado las letras vulgares y prosaicas en poemas vivos. La próxima evolución será la escritura de la poesía en letras kalogramáticas: J. J. Aliand. Del libro Close to Art.
     El kalograma, como su creador Torres Palomar observa justamente, además de ser un bello movimiento estético, cuya belleza desterrará el uso y el abuso del monótono y vulgar monograma, es, en sí una heráldica democrática en perfecto acuerdo con el espíritu social moderno.
     El escudo de armas de la nobleza es usado impropiamente por los miembros de una o más familias, puesto que muchos de ellos nada tienen de común con el antepasado a quien fue concedido por algún rey, para conmemorar cierto hecho de armas o servicio prestado.
     Los kalogramas de Torres Palomar son genuinos escudos de nobleza de la persona a quien están dedicados, y de ellas solamente. Son escudos de nobleza conferidos por Dios. En muchos de ellos, el artista ha expresado con las letras de un nombre, luchas del espíritu, triunfos, meditaciones, lágrimas, esfuerzos, alegrías, ensueños. L'action d'art París.
     ".... el kalograma es el nombre de una persona, expresado por virtud artística de la línea y del color, dando por la combinación de estos elementos algo de la psicología del sujeto, de una manera simbólica a veces y en otras, abstracta; ya objetiva como en el arte de blasón, o bien tan sutil como el aura espiritual de los teósofos. Es pues, el kalograma heráldico, y aun cabalístico, material y concreto como las armas parlantes, o etéreo y supra sensible como la coloración literal del poeta Rimbaud. En la forma, tiene algo del arte sigilar babilónico, algo de la inscripción cúfica, algo también del ideograma arcaico de la China y de los sellos japoneses. Es un microcosmos, una parva obra de arte que capta en sus retículas e iris el estado de alma esencial de una persona, como una gota de agua puede reflejar todo un jardín; y es respecto del vulgar monograma lo que una flor a una legumbre, o una piedra preciosa a un guijarro, o un pavo real a un pavo... a secas.
     El kalograma, pues, tiene un aspecto exotérico para el ojo del vulgo, y un sentido esotérico para los artistas y los refinados. Los numerosos imitadores que parodian torpemente el arte de Palomar, se han quedado en el primer aspecto; y Palomar, generoso, ha bautizado sus obras, llamándolas kakogramas, con la raíz que al mismo tiempo que lo feo, designa al ladrón fabuloso, y por antonomasia a los imitadores sin escrúpulos.
     Tiene el artista kalogramas admirables, entre ellos el de la escritora Minerva Young; la M y la Y enlazadas, engendran la figura de un búho, el ave de Minerva y de la sabiduría; el de la Bella Otero encumbra la pandereta de los bailes flamencos; el de Sarah Bernhardt es un gesto patético de la gran trágica; el de Marius de Zayas, es una estructura cubista; en el de la Pavlowa es visible el movimiento de los alados pies... En el medio artístico de Nueva York, impermeable y rutinario, el arte originalísimo de Palomar ha encajado ya su punta de diamante; pero como no es diamante de gente, sino oro de financiero lo que aquí se necesita para el anuncio omnipotente, Palomar, que tiene ya el succés d'estime no ha tenido el beneficio acuñado. The World le dedicó una plana a colores; Harper's Bazar, un gran artículo. Vincent Astor y otros millonarios, usan sus kalogramas. En espera del triunfo, Palomar persevera, y en su estudio de cristales de la Quinta Avenida, que parece un invernadero donde se abren las raras orquídeas de su bello arte, Palomar trabaja como un monje miniaturista, manejando un pincel que se arrastra lento como un gusano de seda, hasta que en la crisálida de las líneas grises algo palpita y arde, y sobre el papel parece volar el "kalograma", matizado y vivaz como una mariposa!"
     Lo anterior, ¡ay!, lo escribí hace sólo dos años en este mes de noviembre consagrado a los difuntos, cuando el invierno comienza a tejer en sus sombríos telares la mortaja inmensa de sus nieves.
     Fue entonces cuando Palomar, en su vida llena de ups and downs, ascendió más, y aún estuvo a punto de triunfar definitivamente, instalándose en un taller digno de su arte exquisito y refinado, en el corazón de oro de la Quinta Avenida.
     Quien le procuró ésa, la más grande satisfacción de su vida, fue el entonces cónsul de México en Nueva York y hoy presidente de la República Mexicana, don Adolfo de la Huerta, que al obrar así no sólo se mostró ilustrado y generoso, sino celoso del buen nombre de México, realzando una prestigiosa obra de cultura genuinamente mexicana, cuando Nueva York estaba sobresaturado de repugnantes noticias villistas y zapatistas. Pero don Adolfo de la Huerta tuvo que marchar a Sonora; lo sucedió un obscuro y rudo señor Salinas; y Palomar, sin ayuda, volvió a caer pesadamente. En angustioso trance, amenazado por falta de pago de su estudio, con el embargo de las cien rutilantes y dinámicas acuarelas que formaban su exposición, Palomar se dirigió a la Universidad de México, ofreciendo ceder sus obras a la Academia de Bellas Artes, si se le proporcionaba el dinero estrictamente necesario para impedir su enajenación... Pero el nefasto don Natividad Macías -ese velón de sebo con honores de Caro-, que entonces iluminaba la Universidad Nacional como si se tratara de una ancheta de suelas de zapato contestó al afligido artista en un monumental cablegrama: "Mándeme muestras".
     El embargo, naturalmente se llevó a cabo, y un martillazo en pleno cráneo no hubiera fulminado más cabalmente al artista.
 Hace días, ya enfermo, Palomar recibió un oportuno auxilio del rector Vasconcelos. Ya moribundo, el consulado recibió orden de enviar al artista a México con toda clase de atenciones; pero desgraciadamente era ya tarde.
     Dicen que los que van a ahogarse, asoman a la superficie tres veces antes de sumergirse para siempre. Hacia ya tiempo que Palomar había asomado a la superficie tres veces por encima del oleaje de la vida. Una ola del océano sin piedades de esta ciudad infinita y tumultuosa, lo arrebató de mi lado, otra me trajo un lejano y angustioso grito, que no pude identificar; otra ola me lo ocultó para siempre...
     Así pasan las cosas en esta urbe, cuya vida es semejante a un maelstrom, que a todos arrastra, entre espirales vertiginosas, hacia el hundimiento final!
     Dios haya querido poner ante los ojos de mi amigo infortunado, en el trance final, la imagen de su tierra que tanto amó, de Guadalajara la blanca, y haya hecho sonar en sus oídos las campanas de las misas tempraneras de su niñez, y las serenatas de su juventud, frente a la reja de la novia, entre las estrellas del cielo y los jazmines de la tierra!

José Juan Tablada
Nueva York, noviembre, 1920

 

Excélsior, 12 de diciembre de 1920, en el CD-ROM La Babilonia de Hierro.