Llegada de Jesús Luján a la Revista Moderna

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

74. Colección de trece tarjetas postales.

10) Llegada de Jesús Luján a la Revista Moderna.
5 3/8 x 3 3/8"
[En el ext. sup.: "Llegada de D. Jesús E. Luján a la 'Revista Moderna'-1899". Al pie: "Véase el núm. de la 'Revista', correspondiente al mes de noviembre. 1904".]
 
 

NOTA
 

El famoso cuadro de Julio Ruelas que conmemora el arribo de don Jesús Luján a la Revista Moderna, en 1899, fue comentado por José Juan Tablada en dos ocasiones. Una corresponde al artículo "Exégesis de un 'Capricho al óleo de Ruelas'", publicado en noviembre de 1904. La otra es el capítulo IV de la segunda parte de sus memorias, Las sombras largas, publicado el 25 de marzo de 1926, en El Universal. La versión en color de esta imagen permite apreciar los detalles que José Juan Tablada consigna en ambos artículos:
 

Imagen tomada de la página "Julio Ruelas" en Artes e Historia.

El lector podrá percibir la diferencia en el tono y en el estilo de la prosa de Tablada al tratar un mismo asunto. La primera versión está cargada de referencias artísticas con las que el autor busca consagrar el papel de los integrantes de la Revista Moderna en el devenir cultural del país. A pesar de que considera "los entusiasmos jóvenes ya remotos", no deja de creer que el "pequeño lienzo caprichoso y panteísta" será célebre. Tenía razón en ese sentido aunque no en el de que la Patria preferiría tener Intelectualidad a ferrocarriles y casas empacadoras. La prosa de Tablada está llena de adornos, tiene una adjetivación preciosista que sostiene una ambientación misteriosa y fabulosa. En cambio, el texto de 1926 es ágil y directo. El "mar azúreo y esmaradigno" se ha convertido en "un mar de azul adriático y oleaje un tanto estilizado". Los personajes salidos de la Isla del Doctor Moreau se han convertido en un simple "grupo de artistas semihumanos, zoomorfos". Acerca de Jesús Contreras, el "águila herida en pleno vuelo, [que] muestra su alón mutilado y sangriento", Tablada ahora explica que el escultor había sufrido por aquellas fechas la amputación de un brazo. Incluso llega a sugerir, en una trivialización que arranca todo el misterio anterior, que Ruelas lo retrató con el cuerpo de esa ave para significar que era "muy águila". Tablada también revela que Ruelas lo pintó con cuerpo de loro sobre una charola porque acababa de fracturarse una pierna y andaba con dificultad. El valor del cuadro es ahora tanto su "original fantasía" como su "vena humorística". Retrata un "episodio de gran cultura que reunió en prestigiosa obra común a un grupo de artistas, cuya vida bohemia y sin escrúpulos, sorprendida en uno de sus más íntimos aspectos, quedó también fijada".
    A continuación se transcribe íntegro el artículo de 1904:
 

Exégesis de un "Capricho al óleo de Ruelas"

La extraña ribera de un fabuloso mar azúreo y esmaradigno, con circunflejos toques de luz y horizonte de monstruosas nubes, es el teatro de una escena que parece arrancada a las Metamorfosis de un Ovidio rabelesiano, dibujada por el maestro de los Caprichos y empapada en color por Tiépolo o Tintoretto. Un personaje principesco, suntuoso, caballero en blanco hipotauro unicornado, es bienvenido por lírico centauro y cae en plena Isla del Doctor Moreau en el riñón de la más rara ménagerie, entre una asamblea de criaturas híbridas y mestizas, con testa humana y cuerpos bestiales, de una fauna real, legendaria o simplemente soñada. Un águila herida en pleno vuelo, muestra su alón mutilado y sangriento, junto a su potente remo caído en tierra, como un despojo; una verde ave trepadora limita su andar trabajoso al disco de una charola; sobre las ramas de añoso roble un semicabro, ávido y jocundo, aprieta contra su pecho un caudal tesaurizado; al pie del árbol una serpiente de azul gelatina y viscosa faz humana, devora saturninamente pomas de oro, y cerca del rampante ofidio, una figurilla delicada y luctuosa, como en ex voto de Tanagra en duelo, no sabe qué hacer de su tristeza en medio de aquella mascarada zoológica... En último término plañe un miope avestruz auleda, un distraído casoar tamborinea y pendiendo de una rama del árbol, estrangulada por eficaz soga, contraída en rictus agónico, entrega su putrefacción a las brisas oceánicas, la espantable carroña de un sátiro, la vera efigie de maese Julio Ruelas...
    Pues como Rembrandt pintó el memorable cuadro del Gremio de traperos y Holbein los retratos ilustres del Rey en la orgía, así, en grotesca deformación, creyó nuestro artista deber perpetuar las efigies de un grupo de sus compañeros de pugnas artísticas y de entusiasmos jóvenes y ya remotos. Así se ve en el cuadro, grotesco y magistral, el núcleo de literatos y pintores que hace más de un lustro fundaron la Revista Moderna, iniciada por Bernardo Couto Castillo, realmente fundada y bravamente sostenida por Jesús Valenzuela; y vigorizada y salvada de probable muerte por la noble y generosa intervención de don Jesús E. Luján.
    Así el lienzo, en cierta manera votivo, conmemora ese advenimiento. Por eso el membrudo Kirón, el lírico centauro presenta, con ademán brioso, a la fauna fraternal, con el habitante de aquella isla de oro del archipiélago ideal...
    Bajo su máscara de obsidiana, arde el cerebro de Ruelas, como una lámpara de Aladino, revelando con su fulgor los más hondos tesoros de los subterráneos de la Idea. Bajo su máscara grave y emaciada como la testa momificada de un emperador inca, proyecta la Vida una Visión rara y única, como el sueño de opio de una siniestra pipa. Puede el artista parecer realista a un observador superficial; pero en verdad, Ruelas no ha tenido mayor enemigo que la misma Realidad. Su genial afán de crear se estimula con el tónico amargo de la Vulgaridad. Odia lo ya hecho, odia el clisé, odia el poncif, y por justa reacción contra la platitude ambiente, saca de sus hipogeos cerebrales esas creaciones fabulosas, hijas del Miedo, del Caos y de la Muerte, criaturas del fondo del mar y de los "sacos de carbón" abismados entre los ríos de ópalo de la esplendorosa Vía Láctea. Su obra es "tragedia" en la inicial y pura significación del vocablo "canto del sátiro", oda robusta y bestial, salvaje himno panteísta, sólo que peculiarmente esterilizado y a propósito sutil, porque Ruelas, exquisito y aristócrata en arte hasta la anarquía, no puede soplar en la syringa donde mil bocas soplaron. Por eso adora a la Mujer y es misógino, y él, príncipe de Ideal, oficia con ritos de la más carnal alquimia y cánones de fetichismo y de pecadora latría. Desciende de Orcagna, Goya es de sus antepasados, es su amigo Boecklin; pero, a pesar de todo, bajo la máscara de obsidiana de su rostro austero y fino, animando su emaciada testa de emperador inca, alienta un espíritu fuerte y adamantino, digno de corporizarse en un ágil y luminoso arcángel de Sandro Boticelli...

***

Un pintor al cold cream o a la velutina hubiera ataviado al lírico tropel de artistas y pintores con todos los accesorios de una banal guardarropía de teatro; hubiera prendido románticos brocados, y colgado laudes sentimentales, y pintado un claro de luna, y la camelia de Traviata, y el cuervo de Jorge Isaacs. Y hubiera pintado un clisé más... Ruelas, desde su arrecife solitario, desde el islote sombrío de su reino interior, era otra visión la que veía...
    Por eso Valenzuela es un membrudo centauro; Urueta, un ófido gelatinoso y azul; el pintor Izaguirre, un egipán sonoro; y dos notas de velada elegía, dicen, el fin lamentable y prematuro de Bernardo Couto, el conteur genial, y de Chucho Contreras, el escultor. Por eso cuelga al autor del cuadro ex voto y conmemorativo, ejecutado por sino adverso, expiando el crimen de haber tenido genio en la isla fecunda al Trigo y estéril al Laurel...
    Mañana, el pequeño lienzo caprichoso y panteísta, será célebre; será célebre cuando, cansada de tener ferrocarriles, fábricas y casas empacadoras, quiera la Patria tener Intelectualidad. Mañana, cuando la cultura sea un estado de alma común, han de verse con interés esos rostros de artistas y pintores que, en un tiempo hostil e ingrato, no olvidaron que la Belleza tenía altares.
    Ya mañana todavía se verá con interés, entre ese carnaval zoológico, entre esa fauna teratológica, al animal más raro; al monstruo más extraño; al rico home que da su riqueza a una empresa intelectual; al entusiasta generoso que, en vez de ser punto de bacarat o chauffeur de malos automóviles, dora con su oro una ilusión.
    Tal monstruo, tal rara avis, el Mecenas, fue en este caso Don Jesús Luján... [pp. 127-129].


 

RMS