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Ese cantar de tu garganta de oro
que cruza el aire en sosegado vuelo,
es lo que cantan en divino coro
               los ángeles del cielo.

En ese canto tierno y armonioso,
mágico y dulce que la alondra envía
cuando aparece el sol esplendoroso
               al despuntar el día.

Es la cántiga dulce y sosegada
que un eco vago en el espacio deja,
de tórtola que gime enamorada
               buscando a su pareja.

Es el arpegio de encantada lira
por la mano de un ángel desprendido,
es el eco del viento que suspira
               cuando vaga perdido.

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Los silfos duermen en su lecho puro
en el cáliz del lirio o la azucena,
mas si el eco de mágico conjuro
               en el aire resuena,

ataviados con rayos de la aurora
despiertan, y girando en raudo vuelo,
en pos se van del aura gemidora
               y llegan hasta el cielo.

Así mis ilusiones despertaron,
cuando surgió tu voz encantadora,
tomaron forma y el color tomaron
               de la rosada aurora.

Soñé que mi esperanza más dorada,
mi único ideal y mi pasión más loca
se hallaba en un momento realizada,
               por un sí de tu boca.

Soñé que me mirabas amorosa
y amorosa también me sonreías,
y que luego temblando y ruborosa
               "yo te amo" me decías.

Cuando la última nota de tu canto,
trémula en el espacio se extinguió,
acabó mi ilusión y el desencanto
               en su lugar quedó.

Ya se van vacilando los fulgores,
que anuncian de la tarde la agonía,
y con ellos mis sueños de colores
               ¡mi luz y mi alegría!



La Patria Ilustrada, Año VI, Nº 50, 10 de diciembre de 1888.
Incluido en la sección "Poemas dispersos [1888-1914]" en Obras I Poesía (1971).