goku cerca del
templo budista Eko-in en Riogoku). Templo fundado sobre las sepulturas de las 107,000 personas víctimas
del formidable incendio de 1657.
Eko-in es asimismo célebre
por sus palestras de luchadores
sumo-tori,
y por eso en primer término de la estampa, se alza una de esas torres
de andamiaje que anuncian las atléticas pugnas. Una faja del río,
surcado por balsas y veleros, separa las dos márgenes paralelas,
y en la más remota, sobre un canal secundario tiéndese el
puente Guengoku. En el horizonte el Fujizan desfleca orlas de nieve sobre
vertientes de turquesa...
Después de los puentes viene la serie de los ríos, el Sumida
gava, el Ongava, el Tonegava, que con sus brazos, arroyos afluentes y canales
derivados, entretejen su red azulada en la ciudad negra y la multiplican
en sus espejos, que el sol dora y azoga y la luna argenta y diafaniza.
Son los ríos en el tráfico de la urbe populosa, "los caminos
que andan" de Michelet; las venas y arterias que vivifican a la metrópoli,
en la propulsión de una perenne actividad.
Una estampa muestra el ángulo fluvial que abraza la isla de Yanagui
shima con el rojo templo del Dios Zorro, bajo los sauces de cadentes
festones.
En otras, el río Konaki, alejándose en la perspectiva, es
como una hoz de azul acero que hunde su punta en el horizonte; el río
Ayasé forma un quieto remanso lleno de floridas espadañas;
el Tonegava corre surcado por sampanes a la vela; el Guengava entreteje
una cinta de zafiro por la nieve del