No han de ser muchos los excursionistas que en el pintoresco pueblo de Tepoztlán, Morelos, trepen hasta la elevada cima del abrupto peñón coronado por el teocali que los tlahuicas erigieron al Tepoztecatl, sobrenombre local de Ometochtli, deidad del pulque. Menos aún, tal vez, serán quienes conozcan la leyenda que las buenas gentes del lugar suelen referir durante sus solaces, en la vieja lengua náhuatl. Dos versiones de ella recogió el doctor filólogo don Pablo González Casanova (1889-1936): escrita la más completa, oral la que sólo comprende las hazañas del Tepozteco y no sus míticos orígenes. Reprodújolas, junto con un cuento oído en Milpalta y con sus respectivas traducciones al español, en la Revista Mexicana de Estudios Históricos (vol. II, núm. 1-2, 1928). A esa publicación nos remitimos, pues aquí sólo nos proponemos analizar la curiosa analogía de ciertas partes de la leyenda con el mito quiché de los hermanos gemelos Hunahpu y Xbalanqué, nombres que el sabio "quicheísta" francés M. Georges Raynaud tradujo por Maestro Mago y Brujito.
Previamente convendrá fijar algunos puntos de referencia. En su libro La formación de las leyendas (París, Flammarion, 1920), Van Gennep llama "secuencia temática" a cualquier serie de incidentes característicos de un cuento o de una leyenda, que suceden en determinado orden. Cuando en lugares diferentes se encuentra la misma "secuencia temática", ello es indicio de transplante, pues si bien "un incidente particular puede ser inventado dos veces" -como acertadamente dice el folklorista J. A. MacCulloch, citado por Van Gennep-, es muy probable que, si varios incidentes se asemejan y están en el mismo orden, hayan sido inventados así en dos ocasiones.
Sentado esto, veamos la "secuencia temática" a que antes aludimos.
1) Origen maravilloso de los personajes. -"Una vieja doncella, que nunca
había conocido varón", se baño en un lugar llamado
Axictla, o Tlatlacualoyan; y como insólita consecuencia de esa "hidroterapia",
fue madre de un niño, el futuro Tepozteco.
En el Popol Vuh, la doncella Xquiq concibe a los mellizos después de que la calavera de un poderoso mago, puesta en un árbol por quienes lo sacrificaron tras de vencerlo en artes mágicas, le escupe en la mano que ella extendía para coger las frutas del árbol, acto vedado por su padre.
La leyenda del Tepozteco ofrece variantes. Conforme a la versión citada por don Miguel Gil en El Universal Ilustrado (Núm. 548, Nov. 10 de 1927), la doncella era hija del cacique o régulo de Tepoztlán y se baño en Ixcatepec, "donde hay un agua muy clara y muy limpia". Según otra variante, era joven y de belleza notable; un día, al contemplar su rostro en la fuente donde iba por agua, se le cayó un anillo, que un pez le devolvió, acto bastante para determinar las penosas consecuencias de que la inocente coqueta fue víctima. Una cuarta versión dice que halló un idolillo de piedra verde y se lo puso en el ceñidor. En el cuento recogido por González Casanova, la joven iba a lavar cerca de una cueva, de donde salía un pájaro que volaba a su alrededor hasta que ella lo asía y se lo guardaba en el seno; cuando regresaba a su casa, admirábase a justo título de que el pájaro hubiese desaparecido; así, repetidas veces.
Esas diferentes modalidades demuestran la exactitud del aserto de M. Raúl Rosieres, citado por Van Gennep: "Toda leyenda que cambia de medio se transforma para adaptarse a las condiciones etnográficas y sociales de ese nuevo medio." De otra parte, cada narrador modifica a su gusto los pormenores. Para la "secuencia temática" que nos ocupa lo que importa es el hecho maravilloso, la concepción sine concubitu.
2) Abandono de los recién nacidos, entre hormigas. -La madre del Tepozteco, avergonzada por el inesperado alumbramiento, entrega su hijo a unas mujeres para que lo hagan desaparecer y nadie llegue a enterarse del percance que ella sufrió: "Partieron aquellas señoras llevándose consigo al niño para ir a dejarlo en un hormiguero al cerro. Se cuenta que en cuanto llegaron lo arrojaron entre las hormigas, dejándolo allí abandonado. Después se fueron a avisar que ya habían cumplido con la orden que se les había dado. Al día siguiente fueron a ver lo que había pasado con el niño y se fueron encontrando con que estaba vivo, como lo habían dejado, y que las hormigas no solamente no le habían hecho nada, sino que por el contrario le llevaban y le daban de comer." En la versión citada por don Miguel Gil, los insectos alimentan al niño, llevando hasta su boca "migajitas de pan y tragitos de agua".
Maestro Mago y Brujito nacen en el monte. Conducidos a la casa de su abuela, no duermen y todos sabemos que hacen los que no duermen. La madre del poderoso mago sacrificado le ordena a su involuntaria nuera: "-Vete a llevarlos afuera. En verdad gritan sus bocas, dijo la abuela. Entonces se les puso entre las hormigas, pero su sueño fue agradable."
Ni en la leyenda ni en el mito se precisa de qué especie eran las hormigas. Podemos suponerlas de aquellas que describió el buen fray Bernardino de Sahagún: "Las hay grandecillas que muerde y son ponzoñosas, no matan pero dan pena"; acaso las rojas que el viejo cronista llamaba "bravas". El narrador cuya versión recogió el señor Gil, afirmaba que fueron las "zontetas", parecidas a las "arrieras". Sean cuales fueren, queda establecido el segundo eslabón de la "secuencia temática".
3) Abandona del recién nacido entre espinas. -Las mujeres, que encuentran vivo al niño en el hormiguero, "lo quitaron de allí para irlo a abandonar entre las pencas de un maguey. Al otro día volvieron a ir a ver lo que había sucedido y vieron entonces que una de las pencas estaba inclinada sobre la boca de un niño, dándole de mamar". En la versión del señor Gil, "de cada espinita y cada púa de la planta, manaban gotitas de miel y caían directamente en la boca del Príncipe abandonado".
En el Popol Vuh son los otros dos nietos -también gemelos, ya crecidos y a los que más tarde sus hermanastros convertirán en simios -quienes abandonan a los recién nacidos: "De allí (esto es, del hormiguero) se les llevó y se les puso sobre espinas. Ahora bien, Maestro mono, Maestro Simio, deseaban que muriesen allá sobre las hormigas, que muriesen allá sobre las espinas. Lo deseaban porque eran rivales, envidiados, para Maestro Mono, Maestro Simio."
Por supuesto, en el folklore mundial son innumerables los abandonos de recién nacidos, pero escasean los abandonos sobre espinas o, peor aún, entre hormigas. Y es de todo punto excepcional y, a nuestro conocimiento, limitada a la leyenda del Tepozteco y al mito quiché, la "secuencia " hormigas - espinas.
A partir de ese tercer eslabón la leyenda y el mito difieren, si bien más lejos muestran otros dos puntos de contacto: la caza mágica y la muerte del gigante.
4) El viejecito en casa del cual creció el Tepozteco le entrega el aro y las flechas que le ha pedido; y el mozo le dice: "-¡ Mira, abuelo, voy a tirar apuntando hacia arriba y verás lo que cae! Y realmente disparó una flecha hacia arriba y cayó un conejo."
Maestro Mago y Brujito van de caza: "Alegremente probaron a disparar con sus cerbatanas no había bodoques en ellas; solamente soplaban disparando con las cerbatanas contra los pájaros." Y cazan muchos.
Ya es sorprendente que los magos quichés maten pájaros sin poner en las cerbatanas el bodoque de arcilla cocida; pero lo es más que el Tepozteco dispare hacia arriba y caiga un conejo. En el mundo de las leyendas todo es gustosamente inverosímil.
5) El gigante de la leyenda tlahuica se llamaba Xochicalcatl. Vivía en Xochicalco y comíase a los ancianos. Sus proveedores buscaron a l "abuelo" del Tepozteco, mas éste se ofreció a ir en lugar suyo. Durante la marcha recogió pedazos de pedernal y de obsidiana, con los cuales rasgó el vientre del monstruo, que se lo había tragado entero; y salió del cadáver ileso y vencedor.
Los gemelos untan con creta uno de los pájaros que cazaron mágicamente. Lo asan. Cómelo el Gigante de la Tierra, el destructor de montañas y muere.
Como se ve, existe contaminación de la leyenda tlahuica por el mito quiché. Éste es mucho más antiguo que aquélla, pues en el Popol Vuh hay no pocas manifestaciones de animismo: hablan de las bestias y los objetos inanimados; y abundan los mitos etiológicos, que explican características de animales. Ambos rasgos de vetustez no se encuentran en la leyenda del Tepozteco. "Contaminación", hemos dicho, y no "imitación", puesto que los episodios, aunque análogos en lo general, no son idénticos en los detalles. La contaminación se debió, probablemente, al intercambio comercial que a lomo de "pochteca" hubo entre las tribus nahuas y quichés, cakchiqueles, tzotziles y otras que poblaban el territorio guatemalteco. Peregrinos de aquellas tierras y de Chiapas venían hasta el adoratorio del Tepozteco.
No sería ésta la ocasión de enfrascarse en el análisis
de la "secuencia temática" someramente esbozada aquí: mucho
más había que añadir sobre cada episodio, desmenuzar
los pormenores, acopiar el aparato bibliográfico propio de un estudio
cabal. No podemos hacerlo: mas como queda el rabo por desollar, según
suele decirse, lo desarrollaremos en otro artículo.
Diciembre de 1953