La actividad literaria de José Juan Tablada abarca
más de medio siglo. En 1891, a los veinte años de edad, principió
sus colaboraciones en El Universal, fundado por don Rafael Reyes
Spíndola en 1888 y que duró hasta 1901. Aún dio artículos
a la prensa pocas semanas antes de fallecer, a los setenta y cuatro años.
Sufrió, sea dicho de paso, la amargura de que no se publicase uno
de ellos, acaso el último salido de su pluma. En él hacía
el elogio del pan, más concretamente, del producido en determinada
panadería que no mencionaremos por la misma razón por la
que no se publicó el artículo: para no anunciarla.
Sorprende, pues, que sólo quince
libros y cuatro folletos hayan sido el fruto de tan larga actividad literaria.
La explicación de ese hecho es que no coleccionó sino mínima
parte de sus innumerables artículos: las crónicas sobre el
Japón, cerca de cuatro lustros después de efectuado el viaje;
las de París, a los seis años de su aparición en revista;
algunas de tono jocoso, escritas en Nueva York durante la segunda década
del siglo, quedaron recogidas en Del humorismo a la carcajada, su
último libro, que vio la luz en 1944; en fin, la primera mitad de
sus Memorias, editada en 1937 y cuyos capítulos fueron publicados
años antes. La mayor parte de su abundantísima producción
periodística está sepultada en las colecciones de diarios
y revistas, y no será fácil exhumarla.
Corre por válida entre los
escritores del Viejo Mundo una superstición que, como las más
de ellas, encierra una partícula de verdad: no se realiza el proyecto
del que mucho se habla. Desdeñoso de tal creencia, Tablada anunció
una y otra vez sus libros inéditos... e inéditos se quedaron.
Hállanse las menciones de ellos en su correspondencia, en artículos
suyos y en reseñas de charlas que con él tuvieron otros periodistas.
No es difícil establecer el catálogo de esos libros, aunque
lo sea, y mucho, el precisar su índole. Aquí lo intentaremos,
acopiando a tal fin referencias halladas en aquellas fuentes.
El diario de un artista fue
anunciado varias veces como obra en preparación. Es evidente que
el gran admirador de los hermanos Goncourt -de Edmundo, sobre todo, con
quien tenía parecido físico que él acentuó,
allá por 1903, dejándose crecer la mosca bajo el labio inferior-,
soñaba con que esas notas cotidianas fuesen, en nuestro medio, la
equivalencia del famosísimo Journal de los grandes escritores
franceses.
A la postre, le sirvió de base
para redactar las Memorias, donde inclusive inserta algún
párrafo, tal en el capítulo XVLII: recuerda ahí su
retorno de Mazatlán en enero de 1895, "según reza el viejo
Diario de tinta empalidecida por los años". Tiempo después
las anotaciones, hechas con lápiz, se redujeron a simples memoranda:
"Conversación con Fulano", por ejemplo. A veces enriquecía
una página con un croquis o una breve acuarela, pues fue diestro
en el manejo del pincel.
Arte y artistas hubiera reunido,
sin duda, los estudios que publicó en Revista Moderna, y
apreciaciones más recientes, inclusive acerca de los escritores
y pintores que eran jóvenes hace veinticinco o treinta años.
En la contratapa de Un día... editado en Caracas en 1919,
lo hace figurar “en prensa”, en la Imprenta Bolívar de aquella capital.
esos buenos deseos no cuajaron en realidades, acaso porque poco después,
en la primavera de 1920, el poeta regresó a Nueva York tras de pasar
unos cuantos días en México.
De Aztecas y japoneses, cabe
suponer que sería una colección de ensayos sobre las semejanzas
entre el arte de ambos pueblos y sobre sus relaciones pretéritas,
con pie en la vieja tradición de que los pobladores de América
vinieron de Fu Sang, que unos creen ser el Japón y otros la China.
Quizás, dando generosa amplitud al título, hablaría
también de los contactos habidos durante la época virreinal;
de las arribadas forzosas a playas japonesas de la nao mal llamada “de
China”, pues de Manila venía; acaso de San Felipe de Jesús
y de los otros dieciséis mártires de Nagashaki.
Con malísima suerte corrió
La Babilonia de Hierro, durante años anunciada como de publicación
inminente. Inclusive grabó las ilustraciones Miguel Covarrubias,
y en la primavera de 1925, Tablada puso en su papel de cartas una viñeta
que era una reducción de la portada. Según el prospecto distribuido
en 1924, el libro había de ser "el reflejo más vivaz y palpitante"
de Nueva York, "con sus mujeres deslumbrantes de belleza y de lujo; sus
teatros conmovidos por el genio universal; sus exposiciones de arte cosmopolita
y modernísimo; sus pecadores cabarets de millonarios y beldades
célebres; sus palestras donde luchan gigantes; sus comedias y sus
tragedias provocadas por el oro que fascina a las multitudes; sus dramas
pasionales"; compendio, en suma, de la urbe titánica, y selección
de las muchas y bellas crónicas que José Juan Tablada escribió
bajo el título a todas común: Nueva York de día
y de noche. En carta del 18 de octubre de 1923 el poeta le anunciaba
a su entrañable amigo don Genaro Estrada -con quien le unía
parentesco lejano por línea materna- que el libro estaba "en prensa";
pero nunca vio la luz.
En la lista de Obras del autor
puesta al final de Los días y las noches de París,
publicado en 1918, anunciaba en preparación un libro de poesías
titulado El Alma en pena. Es de suponer que, mudado el título,
fuese el mismo al que en carta del 17 de noviembre de 1919 dirigida a quien
esto escribe, se refería en los términos siguientes: "Buena
parte de los poemas que integrarán mi próximo libro Puentes
rotos, están ya escritos; para los primeros meses del entrante
podrá imprimirse". No se imprimió, y esos poemas fueron,
sin duda, el núcleo de los treinta y cinco que en enero de 1922
tenía reunidos para formar con ellos un libro del que en carta del
14 de febrero de 1922 nos decía: "En Los ojos de la máscara
verá usted ya desarrollada y firme mi nueva manera abstracta y plástica
hasta el volumen. ¿Qué dirán los árcades de
Roma?..." Nada dijeron, pues el libro no se editó. Conjeturamos
que algunas de las composiciones salieron publicadas en revistas, otras
en La feria y varias en la selección que bajo el título
de Los mejores poemas de José Juan Tablada hicimos en 1936,
aunque no circuló sino hasta 1943.
Una vez más cambió de
título, pero no de suerte, el libro en proyecto. El 18 de octubre
de 1923 escribía José Juan en una carta: “tengo en prensa
mi libro de versos Intersecciones. Llamaba "supradimensionales"
a esos poemas y anunciaba que estarían ilustrados por Diego Rivera,
José Clemente Orozco, Adolfo Best Maugard y Miguel Covarrubias.
Fallada también aquella esperanza, el 25 de abril de 1925 se dolía
el malaventurado escritor: "Ni mis poemas últimos Intersecciones,
logro publicar. Esperan hace dos años". Y el 26 de noviembre de
1927, al anunciar a su amigo Estrada el envió de La feria,
le decía: "Ya no me quedan más versos inéditos que
los que formarán el libro Intersecciones que publicaré
si La feria produce lo bastante para pagar la impresión.
Y no habrá más poemas... Para qué, si aun editarlos
es difícil"
No fue ése el único
libro al que le cambió el título: La noche mexicana,
novela, quedó convertida el La resurrección de los ídolos
cuando, en 1924, la revista El Universal Ilustrado la publicó
en cuadernillos agregados a sus números semanales.
Inconclusa quedó probablemente otra novela: El teósofo y Lu-Kai. En carta del 18 de enero de 1922 decía el autor que Lu-kai era una mujercilla ligera, "pero trascendental y aciaga como La Mujer del Eclesiastés". El tema de la obra era la oposición del alma y del cuerpo, de la conciencia y del instinto, y la final armonía del ser metafísico y del ser fisiológico.
En el título parece implícita
la índole del libro Códices y estampas viejas, pero
a juzgar por una página que conocemos titulada La diosa en su
trono, lo de "estampas" ha de tomarse en sentido figurado aunque en
el directo se tome lo primero. En Los días y las noches de París,
se anunciaba "en prensa". Lo mismo en Un día... con esta
indicación complementaria: "Continental Editorial. Nueva York".
Mas en diciembre de 1923 el poeta le pedía a Estrada que le buscase
aquí editor para ese libro. Aún sigue inédito.
En la mala suerte le acompaña
Las sombras largas, segunda parte de las Memorias. El título
está inspirado en dos versos de Francis James cuya traducción
literal es la siguiente: "Cuando la sombra sobre el horizonte se torna
largamente azul", El colofón de La feria de la vida anunciaba:
"Con las postrimerías del pasado siglo termina este volumen. Parte
de lo que el autor ha vivido durante el presente será tema del próximo
libro". Para la impresión del segundo tomo hubo tratos en 1937 con
un editor de México, y en ellos intervino quien esto escribe; mas
a vueltas de algunas dificultades y tras larga espera, Tablada tuvo que
recoger su original. Tenemos noticias de que pronto empezará a publicarse
en una revista filológica de Nueva York, que hará después
una tirada aparte. Así aparecerán también las poesías
de Intersecciones.
No hemos agotado la enumeración
de las obras inéditas de José Juan Tablada. Tampoco hablaremos
ahora de La nao de China, novela perdida. Todo ello dará
interesante materia para ulterior artículo.
Mayo de 1954