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FICHA CATALOGRÁFICA
134. Álbum de fotografías. Sin pasta. 18 folios de cartoncillo negro engrapadas.
7 x 4 3/4" con fotografías sepia adheridas.
Descripción por folio.17) Bajorrelieve del monumento a Cuauhtémoc.
3 1/2 x 2 1/4"
[Al pie: "A. 135. México, bajorrelieve de la estatua de Cuauhtémoc. Miret. México".]
NOTA
Para José Juan Tablada, la figura de Cuauhtémoc era la encarnación de los valores positivos del pueblo mexicano. El último emperador azteca era un continuador de las enseñanzas de Quetzalcóatl: "encarnó sobre el sangriento suelo mexicano al divino Quetzalcóatl" ("Cuauhtémoc, rey de México", Excélsior, 27 de marzo de 1930). Recordemos que en el imaginario cultural del poeta, la cultura mexicana estaba trágicamente dividida en dos partes irreconciliables. Una, civilizada y sabia, gobernada por Quetzalcóatl; la otra, bárbara y cruel, encabezada por Huitzilopochtli (Huichilobos). En la crónica "Cuauhtémoc y Hernán Cortés" (Excélsior, 1° de abril de 1930) Tablada menciona que:
Hasta biografiado por sus enemigos, el postrer emperador mexicano como supremo hierofante y generalísimo resulta adamantino en brillo y forma y más inmaculado que Tonatiuh pues no tiene una sola mancha.Varias crónicas más que tocan el tema de Cuauhtémoc o de la dualidad antes mencionada pueden encontrarse en el CD-ROM México de día y de noche. En este bajorrelieve del monumento a Cuauhtémoc se recrea el suplicio de la quema de los pies del último emperador azteca.
Pasó por todas las pruebas hasta la "del fuego" que lo acrisoló y lo alumbró ante los ojos del mundo entero, universalizando su heroísmo.
Ni en las enormidades del dolor que se agolpó en los instantes de su tormento, ni en los largos dolores incesantes que se eternizaron en las humillaciones y afrentas de su cautiverio, lanzó una nueva queja. Magnánimo, estoico, ecuánime fue igual al heredar no un reino sino una catástrofe imperial, que entre los escombros de su metrópoli arrasada; lo mismo sobre su fugaz trono tonante y ardiente cual cráter volcánico, que al pie de la horca que lo suspendió un solo instante, para lanzarlo al punto, como catapulta redentora, hasta el cielo de la inmortalidad.
Y murió "perdonando a todos" como sus propios contrarios, evangelizados por aquel gentil, lo hicieron constar...
Cuauhtémoc en ese aspecto no sólo fue valiente como el torvo Cortés o el fanfarrón y cleptómano Alvarado, como lo fueron tantos en aquellas épocas de piratería en mar y tierra, el "Águila que cae", fue sublime, magnánimo, verdadero prócer del espíritu.
No despegó los labios sino para promulgar su amor por los demás, por los débiles, por las mujeres que lo rodeaban al ser preso, por sus famélicos soldados al caer Tenochtitlán.
JESC