La otra estampa de la misma serie, representa a una mujer, también
ricamente vestida, con cinturón de damasco de enorme nudo y la fimbría
de cuya veste se desvanece al ras del suelo, en una especie de
bruma acuática. Parece surgir detrás de esos parasoles (ha)
usados antaño por la nobleza y simula ocultar su rostro detrás
de la ancha manga del kimono, en el gracioso movimiento habitual a la mujer
japonesa. Hacia la mujer a cuya espalda hay un marbete que dice: "El quitasol
de Kokatzu", corre anheloso un niño. Como la anterior estampa, es
ésta la ilustración de una poesía escrita en hiragana
cursivo, en la parte superior del grabado.
En ambas las figuras femeninas lucen delicioso arabesco en su dibujo, y
en sus trajes delicadas armonías de azul pastel y rojo ladrillo
retocados con amarillos de paja y de gamuza. Menos sensuales que las de
Utamaro y Yeisan, menos materiales que las de Toyokuni y Kunisada, tienen
estas mujeres cierta vaporosa delicadeza, cierta irrealidad misteriosa
que las distingue y las singulariza.
La otra serie titúlase: Cho Ko adauchi zu é o sea: "Pinturas
de los enemigos muertos por venganza", y como el nombre lo indica, trátase
sólo de esos truculentos episodios semejantes a los de los Libros
de Caballerías, en los que paladines heroicos desfacen entuertos
y reparan agravios, venciendo en combates furiosos a malandrines y rufianes.
Estas estampas, semejantes a todas las que figuran escenas del ciclo épico
feudal, no tienen particulares excelencias y aun lucen cierta coloración