¿La gallina o el huevo?
-Los peores enemigos de México son los mexicanos -díjome en tono sentencioso, dogmático, inapelable, uno de esos scholars que aquí cultivan la sociología en los entreactos de la usura y el raqueterismo.
Y como yo optara por callar, viendo de arriba a abajo con no disimulado desdén a ese de quien jamás hubiera solicitado juicios sobre México y los mexicanos, el oficioso censor insistió, mal interpretando mi silencio y sonriendo sarcástico y triunfante:
-¡Ajá!... ¿Calla usted porque no halla qué decir?... Abrumado por la parte que le toca en esa responsabilidad, de la que yo lo eximo, porque indudablemente usted pertenece a esa minoría de mexicanos que en vez de agraviar a su patria la prestigian en cuanto pueden...
El hombre, un judío norteamericano, añadía al ambicioso orgullo propio de la generalidad de este pueblo, la impertinencia, a veces agresiva, como en este caso, que caracteriza a su raza...
El proloquio "les dais el pie y se toman la mano", les ajusta como un buen guante a esta judería naturalizada, que ha olvidado Talmud y Cábala, cambiando esa austera ética y esa honda filosofía por los más crudos métodos para satisfacer la ambición desenfrenada y practicar el ceremonial del insolente orgullo...
Yosel Rosengold, mi hombre, se titula doctor porque sigue un curso universitario en Columbia y es a la vez, con la peculiar energía racial, un próspero comerciante en mantequilla y huevos...
Sabe que soy escritor y me escoge para discutir temas pragmáticos y teleológicos, divirtiéndome a veces, fastidiándome las más y exasperándome en algunas, como en ésta, por lo cual le respondo:
-Yosel, sus sentencias y sus absoluciones me tienen sin cuidado. Tampoco debe usted preocuparse por la responsabilidad de los mexicanos en los destinos patrios, porque bastantes problemas tiene usted con sus huevos... Váyase a examinarlos al trasluz y cuando se sienta en vena filosófica aborde un tema idóneo, como, por ejemplo: "¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?"...
Ciencia e ironía
Yosel es un buen mozo, tenido por sheik entre las "chicas" del barrio; es también atleta, con un buen record como boxeador aficionado, pero, en general, el hebreo no alza golilla cuando se le habla "golpeadito" y, además, sabe observar las jerarquías intelectuales... Así fue que a mi irónica respuesta y consciente de haberla provocado, Yosel optó por sonreír y decirme en tono algo dolido:
-¡Oh, dear friend, usted no debe contestarme así! Me manda usted a mis huevos, como diciéndome: "Zapatero a tus zapatos"... Pero en buena dialéctica eso no está bien. En esto nada tienen que ver los huevos...
-¡Oh, Yosel, Yosel! -respondí, ya cordial.- Se equivoca usted. Como magnate de los huevos, quizás mañana sea usted el Eggs King-, debería usted reconocerles el importante papel que se merecen...
¡Los huevos tienen que ver en todo! Cuando vaya usted a México o estudie su historia, tendrá usted que reconocer el importantísimo papel que han jugado en los destinos nacionales. ¡Allá, atribuírselos a un varón en gran cantidad, es supremo elogio, consagración definitiva, apoteosis!
En cambio llamarle a un hombre "gallina" es darle muerte civil... Usted lo verá, Yosel, pero entretanto en su propio terreno y jurisdicción admita usted con orgullo la universalidad de los productos que con la mantequilla vende y de donde han salido ese su gran automóvil y ese diamante que centellea y me ofusca más que sus teorías sociológicas...
¿Quiere usted estudiar revoluciones? Pues aborde los huevos revueltos... ¿Se siente usted sicalíptico y retozón?... Tome huevos a la cocotte... ¿Experimenta usted devaneos diplomáticos? Pues huevos "tibios" a la Meternich. A la Grand Duc si está usted en vena moscovita y aristócrata; "duros", si está usted intransigente; "crudos", si ama la vida simple, y, por fin, querido Yosel, si quiere usted entrar al terreno cósmico o astronómico o "hollywoodesco"... pues huevos "estrellados"...
México en la sinagoga
¡Un universo dentro de un cascarón!
Aunque actores cómicos estupendos, los hijos de Abraham no tienen el común y corriente sentido humorístico... Por lo cual Rosengold entendía, como buen sefardita, vástago de los expulsados de España en el siglo XVI, mis frases en castellano, pero no su equívoco sentido.
Abriendo los grandes ojos y deshecho en pasmarotas (después de spanish y mexicanos, son los israelitas quienes más accionan al hablar), Yosel replicó:...
-No más bromas, please. Por favor, tome usted en serio mis observaciones, llenas de good will... En ese terreno sarcástico yo no puedo se de tan verosímiles títulos como: bachiller en lacticinios, perito en ovología, exégeta de arduos problemas, como el huevo de Colón, y especialista en un sólo método de ovación o varios...
Y profusamente dedicado, pues de lo que nada cuesta da el judío buen recaudo: "A mis dos amados padres; a mis veinticinco hermanos; a mis tíos; el alcalde del Cheto y el rabino de la sinagoga Yumkipur..."
Y México, ¡ay, mi Anáhuac!, donde no hay más judío que el pulque bueno, ni más judías que aquéllas que disimulan su riqueza alimenticia y sus tesoros de calorías y vitaminas bajo el modesto nombre de "frijoles"... México, mi "México bello", la patria, mi "Suave Patria", en compañía de esos circuncisos, con narices ganchudas y barbas cabrías!
Cascarones de carnaval
¡No, Yosel, no!... Me rehuso de plano a tales adulterios. Para pactos morganáticos, nos bastan y sobran con los de la Casa Morgan, pactos que no son pactolos... Me rehuso, Yosel; yo sé el motivo... No te tomo en serio, como lo estás viendo...
El "pitorreo" es en casos como éste arbitrio permitido y legítimo. Te haré "derrapar" si está en mi mano. Y te mataré el gallo en la mano, tu argumento, que prematuramente lanzó el quiquiriquí victorioso... Te mataré el gallo, la gallina que te pone los huevos en la mano y en el magín la vanagloria...
Tu axioma mexicanista es huero, como suelen resultar algunos, no pocos de tus huevos, y la falsía se esconde en él como la óleomargarina de tus mantequillas... Tu sentencioso y tendencioso juicio sobre México, víctima de los mexicanos verdugos, no prueba en contra de éstos la mostruosidad que tú, taimadamente, insinúas y sólo prueba que los hijos de Anáhuac, como sus semejantes, bajo todas las latitudes, no son sino humanos, demasiado humanos...
Si la historia de Israel fuera familiar a mis lectores, te citaría ejemplos tomados en el propio corazón de Jerusalén, palpitando no sólo en Palestina, sino en todos los sitios donde tu raza se multiplica y cunde...
Tu juicio, ¡oh, próspero traficante de huevos!, no tiene ni la solidez de un huevo de dinosauro, ni la gracia cordial de un huevo de Pascuas...
Ni siquiera tiene la fragilidad matizada de esos cascarones pintarrojeados que el carnaval estrella sobre la cabeza de los distraídos...
¡Como esos cascarones, tu presuntuoso dictado está lleno de ceniza!
La tierra de la Prohibición...
-¿Cuáles son las peores calamidades que afligen a esta tu patria adoptiva?...
-¡La Depresión!... ¡La Prohibición!...
-Sí, buen Yosel, tienes razón... Y me lo dices afligido, quejumbroso, como enfrentado ya al Muro de las lamentaciones de aquella tu patria, que cambiaste por ésta, reconociendo que aquí el capital reporta mayores intereses, que aquí no hay árabes, ni progroms y el antisemitismo no va más allá de las caricaturas en los "burlesques", en el ínfimo vodevil...
Muy bien, Yosel; estás en tu perfecto derecho al escoger a Mr. Hoover para que en lugar de Moisés te guíe hacia la Tierra de Prohibición...
Digo, de Depresión -¡perdona, Yosel!-, de "Promisión" quise decir... Pero, dime, de esas calamidades peores que las siete plagas y la servidumbre en Egipto, ¿quién tiene la culpa?
La respuesta me la da tu ceño fruncido y el redoble de tus dedos sobre la mesa... ¡Ahora soy yo el que sonríe ante tu elocuente silencio!...
Si los norteamericanos, con sus máquinas y sus maquinaciones, han dejado a ocho millones sin trabajo y a otros muchos millones con el trabajo indispensable para no morir de hambre; si ellos son los autores de la más desventurada ley que el mundo haya promulgado, tornando a este pueblo, que antaño fue ejemplar en el respeto a la ley, en su más contumaz transgresor; haciendo que el alcoholismo, con la fascinación del fruto prohibido, invada los hogares y las escuelas; envenenando a las masas; desarrollando el crimen con pavorosa cultura intensiva y verdadera producción en masa, dándole los caracteres más infames y más brutales, engendrando episodios tan abominables como el massacre de San Valentín, los niños ametrallados, los plagios escandalosos y las horribles y diarias matanzas de gangsters...
Si Prohibición y Depresión son frutos de esta tierra, sé leal a tu lógica, Yosel, y confiesa que los peores enemigos de Norte América son los norteamericanos!
Abraham es así...
¿Sintió Rosengold que su juicio sobre México y los mexicanos crujía deshecho como un frágil cascarón lleno de aire?
El caso fue que, moviendo la cabeza con ambiguo gesto negativo, fijó por fin su mirada abstraída en el ocaso...
¿Sentía que la neblina vesperal opacaba su tesis para el doctorado, que él creyó brillante y tan bien definida?...
O viendo el astro occiduo, comparaba el orbe solar con la yema de un huevo enorme, en cuyo derredor blancas nubes hacían de clara, y pensaba en capitalizar ese huevo cósmico, trocándolo sobre su mostrador en oro y plata...
Redondeando quizás el negocito al pensar para su coleto:
"Con la ventaja de que el sol no necesita de gallinas que lo pongan, porque el sol se pone solo!"
Abraham es así...
El Universal, año XVI, tomo LXI (5507), 29 nov. 1931,
secc. "El Magazine para Todos": 3, 7.