Tan intenso es a veces el resplandor de la gloria, que alcanza a iluminar a quienes las sirvieron devotamente, no ya como actores, sino como corifeos e inclusive como coristas. La de Cervantes se refleja en varios comentaristas de su obra magna que pusieron en claro juntos oscuros y aún llega hasta otros que por exceso de imaginación dieron en el desvarío. Así, perdura en la memoria de los eruditos el nombre de don Nicolás Díaz de Benjumea, el más docto de los esoteristas.
Largo tiempo dedico a sus investigaciones, todo el que le dejaba libre el cuidado de sus negocios, que le retenían en Londres. Allí editó, en 1861, La estafeta de Urganda, o Aviso de Cid Asam-Ouzad Benen Jelí sobre el desencanto del Quijote. El nombre arábigo es anagrama del propio. En 1865 completó aquel trabajo con otro de igual vena, intitulado El correo de Alquife, o segundo Aviso de Cid Asam-Ouzad Benen Jelí. Huelga recordar que Urganda la Desconocida era una maga y Alquife un sabio de los que protegían a caballeros andantes.
Ocurriósele a benjumea pensar que las palabras del Hidalgo manchego acerca del encantador por quien se creía perseguido encubrían, no ya imaginaria, sino real, una queja de Cervantes; y dióse a buscar quién fuese el invisible enemigo. Pronto hallóle: el doctor Juan Blanco de Paz, que denunció e hizo fracasar una de sus heroicas tentativas de evasión en Argel. Puesto sobre esa pista, doquiera creyó ver alusiones al delator: tres en el prólogo de la primera parte del Quijote, otras en el de las Novelas ejemplares, innumerables en todo cuanto concierne al Bachiller Sansón Carrasco, en cuyo titulo, nombre y apellido encontró encerrado, a razón de dos letras por palabra, el apellido Blanco; descubrió el anagrama "Blanco era" en Barcelona, donde el Bachiller -que allí se hacia llamar El Caballero de la Blanca Luna- venció a Don Quijote; construyó todo un andamiaje sobre el episodio del clérigo perniquebrado en la aventura del cuerpo muerto: apellidábase López y era natural de Alcobendas; y de las tres palabras: López de Alcobendas, extrajo un anagrama que declaró epígrafe de ese lance: Es lo de Blanco de Paz.
Todo ello casa bien con su creencia de que Cervantes se pintó a sí mismo en su generoso héroe. Consideraba las aventures de éste "como el trasunto alegórico de la infortunada vida" de aquel, dice don Francisco Giner de los Ríos en un artículo que sobre los dos folletos recogió en sus Estudios de la Literatura y de Arte. Don Cayetano Alberto de la Barrera y Leiredo, en sus Nuevas y ultimas investigaciones acerca de la vida y escritos de Miguel de Cervantes Saavedra, resumía para rebatirla, la interpretación que Benjumea daba de Don Quijote: "Sus combates con la lanza no son más que representaciones y simbolizan el gran mito de la humanidad, la lucha de la sabiduría y la fuerza moral reunidas en uno, con la fuerza material y la ignorancia reunidas en muchos. El amor del andante caballero no es el amor de Aldonza, sino el de la sabiduría. Dulcinea es el alma del Quijote objetivada, el anagrama exacto de Dina Luce, la "digna donna Luz" de Guinecelli, la donna Philosophia del Dante, "Beatitud o Beatrix".
Otro folleto, asimismo publicado en Londres, en 1875: "El mensaje de Merlín", tuvo por mira demostrar que el supuesto Avellaneda fue el autor de La pícara Justina. Vuelve Benjumea sobre los temas que le son caros en su Vida de Cervantes, puesta al frente de una edición del Quijote (Barcelona, 1880). Es, revisado y modificado, el pequeño que dos años antes sacó a luz en Madrid con el título de La verdad sobre el Quijote, y el subtítulo de Novísima historia crítica de la vida de Cervantes", de quien le parece representación y portavoz el licenciado Vidriera. Habla ahí del Coloquio de los perros por que en el figura cierto Licenciado Pasillas, apellido en el que ve el burlesco diminutivo de Paz.
Corrió con suerte varia Benjumea, elogiáronle unos, si bien con reservas. Así, por ejemplo, Giner de los Ríos: además de alabar su "prosa elegante y castiza, tan señalada por su naturalidad como por su pureza", declara que "por hoy no podemos menos de aplaudir el gigantesco esfuerzo con que, en alas de una vasta erudición y de una meditación detenida, a elevado a tanta altura con sus nobles tareas la ilustración" del insigne alcalaíno. Pónele luego reparos, que a ello equivale el decir: "No carecen de base las deducciones del señor Benjumea; y aun cuando, llevado de un exagerado celo, no acertase a detenerse dentro de los convenientes límites, esto no obsta para que aseguremos desde luego que a partido de un supuesto enteramente admisible en buenos principios de crítica". Don Francisco Rodríguez Marín elogió también su erudición, aunque censuro sus hipótesis: "Espíritu inquieto y soñador", llamóle, en tanto que hallaba "extravagantes, pero deslumbradoras", sus lucubraciones.
Los impugnadores no se anduvieron por las ramas. Distinguióse por su acritud de la Barrera, que lo calificó de "paradojista y palabrero eterno". Cita de él una opinión y comenta: "Difícilmente pudieran amontonarse más dislates en el reducido pasaje que acabamos de trasladar; ni sería muy fácil el discurrir, para explicación del hecho que nos ocupa, suposiciones más gratuitas, absurdas y groseras". Más cerca de nosotros en el tiempo y en el espacio, don Carlos Pereyra le tuvo por "hombre fantástico que escribió sutilezas irritantes si se les toma por lo serio y muy graciosas interpretándolas como obra de un perturbado".
En 1879 apareció en el "Almanaque de la ilustración Española y Americana" un artículo Benjumea cuyo título mueve a sonreír: Cervantes, inventor de álbum. Una de sus biografías califica de "conmovedora la Plegaria del cautivo, romance que don Nicolás escribió en Londres, en 1865; lo produjeron muchos periódicos de aquel tiempo. Publicó además otros artículos de carácter cervantino.
No alcanzó a realizar la vasta obra de la que fueron heraldos los
tres Avisos, o sea los Comentarios filosóficos sobre el
Quijote cuyo esbozo apareció a finales de 1859 en ocho números
de la América y que debían comprender -según lo anunciaba
Urganda- un estudio sobre el espíritu al género al que pertenece
el Quijote; al examen de la época, obras y vidas de su autor;
un análisis de las principales críticas que de ese libro
se han hecho, y su historia hasta el momento en que Benjumea escribía;
todo ello precedido de una narración preliminar documentada
y un "espécimen del comentario relativo a la autobiografía
o personalidad de Cervantes". Más "el Artes largo y la vida breve"
tan vasto programa quedóse en Avisos. No importa; éstos irradian
lunar reflejo: el de la resplandeciente gloria de Cervantes.
Junio de 1955