JOSÉ JUAN TABLADA
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pencas de un maguey verdinegro, sobre nuestro cielo de azul único que ni los japoneses soñaron, los dos volcanes encumbran la gloria de sus eternos hielos! 

Por qué nuestros pintores no han sentido, volviéndolas a expresar, reproyectándolas, pues sentir sin expresar es la negación del arte, tales bellezas, cuya imploración por ser reveladas, deslumbra en el color, conturba en el aroma, seduce en el sonido e hipnotiza en la luz, violentos esplendores meridianos, magias crepusculares o misterio hechizador de los claros de luna?...
    Nuestros pintores se obstinan estérilmente en proyectar obras geniales que no realizan jamás...
   Rafael, perfecto y melifluo; Rembrandt, monarca de la luz y de la sombra; Velázquez, a cuyo reto magistral no ha respondido más que el silencio de los siglos; Goya, sin maestro y sin discípulos; Theotocopuli, otro misterio sin exégesis, ésos son los inaccesibles ejemplos, las metas imposibles, los "faros", diría Baudelaire, de nuestros pintores, nautas que no empuñan los remos, argólidas jamás aventurados sobre la onda!
    Mientras, detrás de ellos, un paraíso inflama en vano sus prestigios desde el alba hasta el crepúsculo; Jauja en sus huertos, deja caer, podridas, sus pomas de oro...; Eldorado sufre el saqueo de judíos filibusteros y nuestros artistas pasan escuálidos y macilentos por un serrallo de amor ardiente y de soporosa pasión, como eunucos hastiados, como espectros sonámbulos, en pos de un sueño que nadie ve...
 
 
 
 
 


 
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